Hace unos días decidimos hacer una visita relámpago a un lugar de postal que habíamos visto mil veces en fotografías: los campos de lavanda de Brihuega, en Guadalajara. Era ahora o nunca, ya que en pocos días comienza la cosecha de estas flores, y el mes de julio es el momento de máximo esplendor. Este tesoro color violeta compone un paisaje sin igual, donde las hileras de plantas crean unas líneas ondeantes y pomposas casi hipnóticas. En esta zona se cultiva nada menos que el 10% de la producción mundial de esta flor, con lo cual los campos adquieren unas dimensiones espectaculares.
Los días previos a la cosecha tienen lugar un montón de actividades y festejos, como paseos en globo, charlas, visitas guiadas a los campos, exposiciones, etc. También tiene lugar el Festival de la Lavanda, un concierto en plena plantación, con todos los asistentes vestidos de blanco, y que este año trae a El Cigala como artista invitado el día 15 de Julio. A día de hoy todas las entradas están vendidas.
Llegando a Brihuega
Cogimos el coche y en poco más de una hora desde Madrid ya estábamos allí. Llegamos directamente al pueblo de Brihuega, y nos dimos un pequeño paseo viendo la decoración en tonos morados en calles, puertas y balcones. Descubrimos que el pueblo tiene un patrimonio histórico muy importante, varias iglesias, muralla, castillo y muchos monumentos más, así que tenemos pendiente una visita más tranquila para verlo al detalle (os dejamos un enlace con los lugares de interés aquí ).
Preguntamos a los lugareños cómo llegar a los campos y nos indicaron los 2 más visitados, que os señalamos en este mapa:
Visitando los campos de lavanda
El primer campo que visitamos fue el que acoge el concierto del Festival de la Lavanda. Tanto éste como el otro campo que visitamos de la misma propiedad, están preparados para el turismo. Ambos tienen su zona de aparcamiento, su punto de información y venta de productos de lavanda, y su vigilante. Hay que pagar una entrada de 2€ con ramillete de lavanda de regalo incluido, y te ponen una pulsera con la cual también puedes visitar la otra plantación. El concepto nos llamó la atención, y también la cantidad de gente que había por allí de visita haciendo fotos, nos esperábamos una experiencia más íntima. Pero comprendimos que la fama que ya tienen estos campos atrae a muchos visitantes, y requiere alguna manera de organizarlo.
En el segundo campo que visitamos vimos un atardecer precioso, la verdad que la experiencia frente a esa mezcla de colores de la lavanda y el cielo, su inconfundible olor, y el paseo por allí haciendo fotos, lo disfrutamos mucho 😀
Aquí os ponemos algunas imágenes que nos trajimos de allí:
Y para terminar el día decidimos volver al pueblo y cenar en la terraza del restaurante Princesa Elima, donde nos dieron un menú del día con una muy buena relación calidad-precio y el sitio era muy agradable, lo recomendamos.